el
peligro informativo_
Cuando
se sale del mar, el mar continúa allí.
Será un caso
mediático porque la opción que se barajará desde que aparezca mi
cuerpo será la de un posible asesinato. Pero en cuanto registren mi
casa, las pertenencias y aparezca lo que he escrito, casi dejará de
importar el informe forense.
Rectificadas las
primeras informaciones, los periodistas querrán más. Indagar en las
causas, hacerse con las memorias, eso será lo que precipite el
debate sobre un tema que no es, ni por asomo, tratado habitualmente.
Se realizarán montones de averiguaciones, encuestas y sucederá lo
que nunca ha sucedido: se harán públicos todos los datos,
propiciando que el suceso se convierta en un lucrativo negocio. Se
personarán en el domicilio familiar los diferentes medios de
comunicación, para seguir la evolución de mis parientes y
amistades, las editoriales registrarán cifras nunca vistas por la
publicación de lo más íntimo, que de repente se convertirá en una
demanda social.
Muchos
especialistas saldrán a la palestra escandalizados. Por esa actitud
moralmente deplorable, en cuanto que supondrá ignorar una de las
principales estrategias de prevención pública del suicidio, la de
evitar a toda costa la difusión de este tipo de noticias con un
carácter sensacionalista. Informar sería, en estos casos, la
peligrosa causa que traería como consecuencia el ya olvidado efecto
Werther. Y la censura, defenderán, como lo fue entonces, será la
solución más adecuada para evitar una sugestión masiva hacia una
conducta autodestructiva.
Contrarios a esta
opinión, así como a los dardos tranquilizadores de los poderes
públicos, habrá otros tantos favorables al destape informativo, a
dar a conocer la verdad, a hablar de cifras, causas, contextos,
perfiles, métodos y tipologías, así como al fomento de los
estudios destinados a averiguar qué es lo que falla en las
sociedades de los países desarrollados para que el índice de
suicidios se dispare.
Y mientras estos
se baten a duelo, –también contra aquellos que defenderán que
suicidarse es un lujo, una excentricidad burguesa– brotarán como
setas los teléfonos de la esperanza, asociaciones para la prevención
del suicidio, organizaciones en defensa de una muerte libre y
oficinas de voluntariado que se centrarán en la celebración de
montones de congresos destinados a la sensibilización social y al
fomento del debate.
Al margen de todo
este follón, se alcanzará un verdadero logro derivado de todo ese
barullo, a mayores, claro está, de la creación de numerosos puestos
de trabajo pagados por estos grupos reivindicadores de lo suyo a base
de chupar las correspondientes subvenciones estatales. Ese logro,
será la reedición completa de las obras de Goethe.
Quienes me hayan
conocido, sonreirán pensando que, de haberlo sabido, lo habría
hecho mucho antes.
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