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domingo, 22 de junio de 2025

Cómo ignorar un genocidio.

   

   dentro dun soño soñei
   que estabamos no lugar do crime   

   e que non faciamos nada

               Molotov

(Manuel M. Romón

Alberto Avendaño)


Me gustaría aferrarme a lo que hace años dijo Ray Loriga en una entrevista -"sé un poco de mí y casi nada del mundo"-, para comentar algo sobre ese tema que desconozco, -el conflicto entre Israel y Palestina-y del que, por desgracia, todos los telediarios hablan. Leo una y otra vez sobre ello y no consigo quedarme con ningún dato. Es tal la cantidad de fechas, de referencias bíblicas, de hechos históricos que parecen darle la razón a ambos bandos, que sólo atisbo a quedarme con la situación determinante de dos pueblos que están verdaderamente atrapados en una turbia espiral. Dos pueblos cuyo objetivo parece ser claro: obtener un territorio en el que vivir en paz y sin injerencias. Parece fácil. Determinar qué lugar corresponde a quién y partirlo como una tarta de queso con arándanos. Gran Bretaña lo intentó tras la Segunda Guerra Mundial para reparar el brutal sentimiento antisemita y el exterminio del pueblo judío. Pero lo hizo a costa de la negativa del pueblo palestino, echando gasolina al fuego de un conflicto que late y se desangra, aún hoy. Yo ya no sé quién tiene la razón a estas alturas y no me importa. Yo sólo quiero que esto pare. Pero veo a mi vecino rebuscando en la basura y durmiendo en la calle y no soy capaz de ayudarlo, así que cómo vamos a poder frenar algo tan grande, tan horroroso, tan infanticida. No basta con hablar todos los días de ello, no basta con mostrar imágenes horribles de miles de personas muertas y mutiladas porque sí, no basta con decir que unos y otros son mala gente que camina, que unos bombardean primero, y otros después. No basta con eso, puto siglo XXI. En el que tantas esperanzas habíamos puesto, creyéndonos los más inteligentes, los más pacifistas. Y míranos ahora, con todos los frentes abiertos y al borde de la Tercera Guerra Mundial. ¿Somos acaso, tan insignificantes? ¿Es que no importa en absoluto el deseo de paz de millones de personas votantes?¿De verdad ningún puto organismo internacional puede hacer nada efectivo? ¿Seguiremos pagando sus desayunos en convenciones que no sirven para arreglar absolutamente nada? ¿Seguiremos anestesiados ante nuestras pantallas, creyendo que son ellos quienes tiene el poder y no nosotros quienes se lo otorgamos? Yo me veo incapaz de comprender el origen de todo esto. Y es que no sé nada, salvo una cosa. Que lo que está ocurriendo en Gaza es una  MASACRE a la que no estamos llegando. Siento vergüenza y una profunda pena ante una situación que desborda al mundo y que sin embargo, no nos impide dormir a pierna suelta. Quiero pensar que algo bueno se puede hacer, que no hay problema sin solución y que sólo necesitamos unos gobernantes con un ápice de humanidad y tesón. Personas que dirijan el mundo con cordura, y con corazón. Necesitamos más libros, más conocimiento, más bondad, más sabios y menos soldados, menos bombas, menos tanques y menos muerte. Pido que alguien los ayude, que entre todos, hagamos algo de lo que por fin sentirnos verdaderamente orgullosos como seres humanos. Quiero dejar de ignorar un genocidio mientras me hago unas lentejas con chorizo. Quiero, al igual que millones de personas, la paz. ¿Es acaso, algo imposible? No me jodas, vida. NO me jodas si todo lo que puedo esperar de ti y de tu puto Dios, es esto.

martes, 8 de marzo de 2022

La suerte

Fotografía: efialtes_fernando gonzález

Aunque parezca mentira, casi todo el mundo cree en la suerte. Por eso, quizás, se sigue jugando a la lotería. Todos merecemos tener, al menos, un golpe afortunado, una buena racha, un instante increíble, porque, aunque lo normal sea el término medio, a quién no le gusta un subidón. La suerte suele asociarse al dinero, pero lo cierto es que ahí están, antes que eso, la fortuna de tener salud y al menos, algo de paz. La buena suerte es no sufrir un accidente, un parto rapidito, una ganga en la feria, encontrar un billete de 50, que el bizcocho salga esponjoso, un elefante con la trompa apuntando al cielo. La mala suerte es todo lo otro que también nos pasa, al menos, una vez en la vida. Un engorro en forma de mal día, mal mes, mal año. Un paraje inhóspito y desolador. Una guerra, tan absurda como todas. Nadie sabe qué hay que hacer para evitarla, cómo esquivarla. Porque la mala suerte brota de repente cual espinilla y se queda el tiempo que haga falta, como un mal invitado. Por eso hay que armarse de paciencia y resistir. Dejar que llegue lo bueno -tal vez un día como hoy, la igualdad- y permitirle, también, que nos arrolle. Para equilibrar la puta balanza.

martes, 8 de diciembre de 2020

De bares XII

La pared está llena de fotografías en blanco y negro con las caras de varias decenas de músicos. A mi espalda, un piano. De frente, a la derecha, un señor que se parece a Juan Marsé se concentra en la pantalla de su portátil. Suena Fast Car, de Tracy ChapmanEl local es muy agradable. Siempre que viene a tocar a Vigo, James Rhodes recala aquí. A veces se reúne con un club de lectura para hablar de su íntimo libro, Instrumental. Otras, toca el piano, creo. Es fácil que te guste este lugar. Por eso cuando bajo al centro de la ciudad, me paso por aquí un rato. A veces leo. A veces simplemente me tomo un café y escucho su música. Nada por hacer. Nada que pensar. Solo buenas sensaciones. Y un poco de paz.

jueves, 19 de abril de 2018

Cancionero y romancero de ausencias


TRISTES GUERRAS

Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.

Tristes armas
si no son palabras.
Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.