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lunes, 5 de agosto de 2024

Me acuerdo (31)

Me acuerdo de haber leído los Me acuerdo de Joe Brainard, Georges Perec y Jesús Marchamalo, uno detrás de otro y en ese orden, antes de escribir, mi propio Me acuerdo.

Me acuerdo de mis primeros zapatitos con un poco de tacón, que llevé a la comunión de mi hermano y que me parecían preciosos.

Me acuerdo de tener pesadillas con serpientes.

Me acuerdo de despertarme de noche con un fuerte dolor de piernas y de mis padres levantándose para darme unas friegas.

Me acuerdo de sacar un muy deficiente en la asignatura de Lengua Española, en COU.

Me acuerdo de sacar un par de matrículas de honor (en Historia Antigua e Historia del Arte Contemporáneo) cuando hice Historia.

Me acuerdo de no poder tomar las uvas a tiempo en Navidad, porque las campanadas del reloj de Puerta del Sol iban muy deprisa.

Me acuerdo de desmayarme en varias ocasiones.

lunes, 13 de mayo de 2024

Me acuerdo (19)

Me acuerdo de una muñeca que tuve a la que el albañil que trabajaba en casa de mis abuelos llamaba María Fuli-Fuli.

Me acuerdo de aprender a cocinar anotando las recetas, mientras mi madre las hacía.

Me acuerdo de lo que detesto doblar calcetines.

Me acuerdo de hacerme pis en la cama.

Me acuerdo de cuando mi hermano vino a la estación de buses a recibirme con una cachorra de labrador negra llamada Kira y de los ruiditos mimosos que ésta hacía cuando la abrazaba.

Me acuerdo que mi jugador favorito del Real Madrid era Michel.

Me acuerdo de resbalar, caer y dislocarme un hombro. De lo mal que me atendieron en Povisa. De coger un taxi al Hospital Xeral y de colocármelo yo sola, al balancearlo por el dolor, mientras esperaba a ser atendida y oía los gritos de otro paciente, al que le estaban colocando su brazo. Me acuerdo que el médico me dijo: ¡estos son los pacientes que me gustan, los que se curan solos! Y de salir de allí con una sonrisa de alivio.

Me acuerdo de nuestro zapatero, Mario, que murió a consecuencia de un golpe, al haberse caído de un árbol mientras lo podaba.

jueves, 8 de octubre de 2020

De bares X

"Llueve afuera. A mi espalda suena la tragaperras. Hay una farola apagada en medio del bar. Me duele la garganta. Es otoño. La gente entra y sale arrastrando sus maletas. Un par de adolescentes sonríe a unos metros. Una pareja, se mira, me mira, se levanta y se va. El camarero recoge las mesas y les pasa una bayeta con suavidad. La barra está vacía. Tengo sueño y pocas ganas de ir a trabajar. Quiero tiempo libre. Quiero dinero. Y hacer lo que me dé la gana. Pido un agua y me tomo un paracetamol. Empieza el telediario, pero yo escucho Just for now, de Imogen Heap. Sirven dos cafés con orujo. La cocinera sale y se despereza. Hay un paraguas transparente y rosa apoyado sobre una silla. Miro hacia afuera. Ya no me duele. Brilla el sol."

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Hombres muertos que caminan (83)


el dolor_
Si mi padre pudiera verme,
la mayor parte del tiempo no sabría qué narices me pasa.

De pequeña, era un hábito despertar en mitad de la noche con un fuerte dolor de piernas del que nunca conseguí desprenderme. Sucedía tan a menudo y tan entrada la madrugada, que me avergonzaba encender la luz y alertar al personal, así que me sentaba en la cama a oscuras y, abrazada a la almohada, trataba de reprimir la molestia y el llanto ante aquel fenómeno al que no le encontraba explicación, ni cura.
Fueron muchas. Muchas noches. Pero para todas y cada una de ellas recuerdo un buen final, en el que uno de mis padres se despertaba y entraba en la habitación para sentarse a mi lado, tranquilizarme y frotármelas. Se quedaban conmigo hasta que desaparecía el dolor.

Años más tarde, descubrí que existen males mucho más fuertes que aquel. Dolores que se incrustan dentro con una intensidad que, por sí misma, impide hasta el llanto. Y comprendí que ya nadie sería consciente de ellos, ni de mí, que ni siquiera papá y mamá se darían cuenta, que no se despertarían, porque son penas que no hacen ruido y que no se ven, que no se lloran, más que por dentro.
Comprendí, de una vez, que se habían acabado los finales felices.