Mostrando entradas con la etiqueta alegría. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta alegría. Mostrar todas las entradas

martes, 22 de marzo de 2022

Dulce caramelo


Fotografía: efialtes_fernando gonzález

    Hasta las personas más dulces, han robado un caramelo en la tienda de su barrio. La vida no sería entendible sin ese sabor azucarado y esa textura, a veces chiclosa, envuelta en un plástico de colorines y colocada en pequeños montoncitos justo ahí, donde podamos adquirirla. Antes o después, todos caemos en la tentación, quizá y, sobre todo, porque no queremos perder definitivamente los lazos que nos atan a la infancia o, lo que es lo mismo, a la alegría de estar vivos. Y es que un caramelo no pasa de moda, como no debe hacerlo nada de aquello que nos conduce a la felicidad. Un caramelo nos recuerda a nuestros abuelos, nos une a nuestros hijos y paga el sueldo de nuestros dentistas. Sería un objeto de placer perfecto si no se diluyese; la obra maestra de la repostería; el Rolex de las golosinas. En el taller de encuadernación en el que trabajo, ha aparecido una bolsa abierta de caramelos Respiral, con fecha de 2018. Como no soy demasiado escrupulosa y me encantan los años pares, los he ido abriendo, despegando del plástico y saboreando y masticando lo que queda de ellos, que es casi todo. La caducidad no existe, ni debe importar, cuando un encuentro fortuito como este, te alegra el día y, por si fuera poco, mejora tu respiración.

martes, 24 de noviembre de 2015

Hombres muertos que caminan (82)


_la alegría
Necesitamos la alegría para evitar que se nos parta el corazón.

Era una optimista.
Ella decía que no. Pero hacía lo contrario. Su acción era a favor del sí, a favor de la alegría.
Algo pasó. Algo que la marcó, que le hacía repetir que era una pesimista, pero no. En todo caso, era la pesimista más optimista que haya conocido. Era una lucecita pálida.
           Creo que la comprendo. Algunas personas, sentimos demasiado. Creo que a ella le pasaba, no sé cómo explicarlo... creo que sentía... los dolores del mundo. Tenía esa facilidad para ponerse en el lugar de los demás, incluso sin querer. No sé, creo que era hipersensible. Y eso es muy bueno cuando te pasan cosas buenas y lo peor, cuando no es así, que es casi siempre. Porque la vida es una continua pérdida, una constante decepción que te va minando y que te sugiere que mejor vayas perdiendo las ganas de vivir.
Pero era una tía alegre. Resistente. Vitalista. De esto no hay duda. Hasta cuando te hablaba de lo peor, hasta cuando te decía que la vida es una casposa mierda, te sacaba una sonrisa. Era una tía potente, con algo dentro, con pena dentro. Una tía interesante y con sentido del humor a la que machacaban con frecuencia porque sabían eso, que se reiría, que sacaría el lado bueno, que aguantaría sin rechistar.
Pero nadie es tan fuerte. 
Deberíamos ser más cuidadosos, en general, con los demás, porque aunque lo parezca, nadie es de acero. Nadie lo resiste todo. Y tampoco creo que sea necesario hacerlo.

domingo, 9 de agosto de 2015

Haciendo tiempo. Leamos a Sonia Maestú.

 Me descubrí diciéndolo cuando lo hacía, fui consciente entonces de que no me veía en esas últimamente. El tiempo lo tengo copado. Dejo poco espacio a la magia, y la magia está ahí fuera para quien la quiera coger.  
..... Creo que, si puedo escoger, seré siempre optimista. El resultado es el mismo, pero se vive mejor, con más alegría.
Había viajado con calma, me había detenido una hora viendo el mar en un muelle, aparqué cerca de mi objetivo ya en la ciudad......... Tenía una hora para estar......sin hacer nada.
Me dejé rodar por la calle sin intención alguna, vi una tienda nueva con material para casa y más. Pedí permiso y entré. No se ha inaugurado, estaban completando la decoración.
No compro muchas cosas, no llevaba más que cinco euros para toda la tarde que se venía sin piedad llena de encuentros, mensajes, llamadas y …en breve,  me vería con un hombre de 91 años (bajando ocho pisos por escaleras interminables y rizadas) con un miedo atroz al caminar. // Me sujetaba con uñas y dientes, pero siendo independiente, es decir, imposible direccionarlo. Ponía el pié tras el bastón y tiraba el cuerpo en cada escalón sin dominio alguno. Sus delgadísimos dedos me hacían daño en el brazo, brazo que sujetaba con fuerza y hacía de timón en sus desembarques, cumplidos en cada escalón y su interminable caída. //
Encontré en la tienda algo muy útil para almacenar las cervezas en la nevera, y en la casa en la que estaba, vendría bien, y una, con todo el tiempo del mundo, como si lo fuera o fuese a comprar, le pregunté el precio.
¡Lo compro! (me llegaba), mientras lo empaquetaba en una bolsa me dijo, se lo regalo.
 Bueno, cuando salí con el paquete en la mano, la calle me pareció, como otras muchas veces, una calle brillante, cegadora. Ahí, con un pié fuera, regalada, recibo otro regalo, un querido que pensó en mí y me saluda. Descolgué el teléfono, me senté en una acera, respiré profundo, y a la primera pregunta contesté, estoy Haciendo tiempo.
Subí con fuerza los ocho pisos.  Me escribieron mientras entraba, el día guardaba más sorpresas, no acabaron ahí.
Bajandooooooo.....
Al cuidador, joven y fuerte, le sugerí que bajase delante, así nos amortiguaría en caso de una probable caída. Bajaba delante con maleta y andador. Uno, 91, y una, 58, haciendo fuerza para llegar vivos. Todo salió bien. Sentí sus nervios, sus años, su tiempo. Viajamos juntos en aquel descenso de noria. Llegamos empapados.
Todo el tiempo que no hice, que fue poco, se llenó de recuerdos......Haciendo tiempo.

jueves, 4 de junio de 2015

Alegría

Dicen que si entiendes el problema, tienes la solución. 
De momento, busco un espacio donde pueda ser yo y nadie me agreda. 
Mientras tanto, lucho para no volver a perder la alegría que es, sin lugar a dudas, lo mejor de mí. Lo mejor de todo. 
Lo mejor de todos.