Estaba yo tan tranquila tomando un café con mi hermano un domingo de mayo, cuando leí un mensaje de barrilete cósmico en el blog, que me anunciaba la llegada de Ray Loriga a Vigo dos días después, para presentar su nueva novela, TIM, que es una especie de desbarre filosófico de un hombre que se medio despierta solo, quién sabe dónde. Barrilete siempre me ha aportado cosas buenas y ésta, es una de ellas. Recordé entonces, novelas que han sido determinantes en mi vida, como Lo peor de todo, Héroes, Días extraños, o El hombre que inventó Manhattan. Allí estuve, hasta que Ray Loriga llegó, con sus pantalones vaqueros, su chaqueta marrón y su parche negro en el ojo, y me convenció. Quizá porque ya ha logrado vencer al personaje de los noventa, quizá porque se mantuvo sereno, cordial y un poco esquivo -rechazó posar con su nuevo libro- con la prensa. Quizá porque sigue siendo uno de mis referentes literarios. Lo cierto es que fue un placer leerlo, toda la vida y escucharlo, esa tarde noche. Me llamaron la atención sus manos jóvenes y medianas y su mirada profunda, que cada vez más me recuerda a la de Paul Auster. Cuando me acerqué para que me firmase el libro "con amor", me estrechó su cálida derecha un par de veces y me dio las gracias mientras yo volcaba lo que llevaba pensando decirle dos horas y una vida y que es lo importante que ha sido para mí y mi generación, -haciendo verdaderos esfuerzos para no llorar. Como me dijo barri, fue como quedar con una gran amor. Así es. Siempre recordaré ese 12 de mayo, como el día en que conocí a Ray Loriga. Y en el que me volví a enamorar.